De Namche a Deboche
Dejamos Namche alrededor de las nueve de
la mañana, una vez que quedaron montadas nuestras maletas en los yaks que nos
acompañarán el resto del camino. Tan solo minutos después de que comenzamos la
marcha vimos por el Monte Everest por primera vez en este viaje. Es un panorama
espectacular en el que se alcanzan a ver las cimas del Nuptse, Lhotse, Everest
y Ama Dablam y nos tocó un cielo azul intenso. Pasamos por varias stupas
(monumentos budistas) y tras aproximadamente una hora de camino el camino comenzó
a bajar y nos volvimos a adentrar en el bosque. Veíamos como la gente que iba
subiendo en sentido opuesto venía sudando y sufriendo por la subida. No faltaba
mucho para que nos tocara a nosotros.
Alcanzamos el fondo del valle, cruzamos
un puente colgante sobre un río y comenzamos el ascenso a Tengboche. Son casi
600 metros verticales de subida y por suerte cuando empezamos a subir el cielo
ya se estaba nublando. Subimos a un paso lento pero constante y ahora veíamos
como la gente que venía en sentido contrario bajaba con facilidad mientras
nosotros sufríamos. Hicimos una breve parada a la mitad del ascenso y
aproximadamente una hora y media después llegamos a Tengboche, lugar donde está
el monasterio más grande del Khumbu. Ya comenzaba a hacer bastante frío y
decidimos continuar nuestro camino hasta Deboche a una media hora más de
marcha.
El hotelito estaba prácticamente vacío y
pasamos la tarde descansando y leyendo. Después de la cena los dueños del
hotelito y algunos sherpas más se sentaron alrededor de la estufa para
calentarse. Luego llegó un tibetano que traía un instrumento extraño, típico de
esa región, que de un lado parece como charango o mandolina y del otro una
sitiara. Se paró y comenzó a tocarlo, a cantar y a bailar al mismo tiempo.
Cantó lo que parecieron cuatro canciones y se sentó enfrente de un vaso lleno
de ron que le pusieron enfrente como “pago”. Fue un final divertido para un
buen día.
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